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lunes, 19 de noviembre de 2012

La triste historia de tu cuerpo sobre el mío.

Te abracé y la niebla perdió su nombre. Crucé tu espalda y se abrieron las jaulas. Entonces me hablaste, rozaste mi vida, se borraron los cuervos. Cuando escuché tu nombre se tacharon las espadas.
Tú te llevaste los serruchos, viniste con las manos llenas de parques. Tú me miraste y el cansancio se dio la vuelta. Te desabroché la blusa y se cerró la tristeza.
Yo era un hombre cubierto de maleza, yo era un hombre abrochado al desánimo, intentaba hacerle esguinces al invierno.
La amargura tejía sus ciudades en mis cuadernos, pero llegaste para hacer sonreír a las cucharas, para tenderle una emboscada a los cuartos vacíos.
Besarte fue zarpar hacia un país sin dudas. 
Yo sólo recuerdo la dirección de tu cuerpo. 
Soltaste por mi cuarto los pájaros del júbilo que volaron todos juntos como cien mil toneladas de periódicos. 
Tu cara fabrica diques contra la melancolía.
La soledad son cien millones de preguntas.
Tu cintura es la respuesta a todo.




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